Casi en coro alegábamos que
la poesía no necesitaba ser salvada
pero con el pecho inundado
de algo parecido a la esperanza
soltábamos el yunque
ese discurso barroco y
vulgar
sobre algo como el lugar común
del más común de los sujetos
o la más común de las
palabras
Siempre con la misma
turbulencia
creíamos que derruíamos
construcciones semánticas
o paradigmas estéticos
asesinábamos al padre, a la
madre
o algunas vacas sagradas de
la poesía
Para estar aquí entre
baile, odio, chorro, drogas y
más drogas
Escribir para vender
papelitos en los recitales
retacar con poemas en una
plaza cualquiera
en un bus, para seguirla
Besos, sexo infantil entre escritores
y así hasta que el cuerpo
diera
Lo cierto era que, queridos
amigos
entre el bacanal y el
aquelarre
se nos estaba quemando la
casa
y aunque nos queda esta
excusa risible para celebrar la vida
en unos años nos espera el futuro como licenciados,
poetas jóvenes de 40
la calle, el rebusque,
la obesidad o la calvicie
y en el peor de los casos
el insípido cliché de morir jóvenes.