A Claudio Gajardo, inevitablemente
I
El espacio exterior
se parece a este poema
en el que podemos estar juntos
si lo imagino
y puedo reconstruir conversaciones
en las que nunca hemos estado:
Ver tu cuerpo de niño gris
que parece un diamante de lirios
o sentir tu voz que es un arrullo de sombras
un panteón de heridas amables
II
Pero somos dos extraños bailando en fiestas simultáneas
jugando a estar con otros
y todo se ve en una bola de cristal
que a veces se convierte en una bola de nieve
Y tiemblo
mientras escribo algo
que parece y no
una risa nerviosa
un aquelarre de jóvenes extasiados
y torpes frente al horror,
el vértigo de una palabra:
El amor
que es otra versión de los hechos,
una narración confusa
en la que los cuerpos arden con placer
y pasean por una playa imaginaria
que lleva a la muerte.
III
Entonces imagino
que en este momento
podríamos ir en un auto rojo o azul
mientras huimos de este poema
a otra historia
en la que contemplamos la tarde caer
en un patio soleado:
Tú tocas Costanera en la guitarra
y yo sirvo el té.
Texto por: Daniela Prado
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